INTERACCIONES SIGNIFICATIVAS PADRES E HIJOS
Martha Llanos, PhD
Especialista en desarrollo humano
Con ninos del Pronoei en Apurimac
El derecho más
fundamental del niño es el de su
privacidad y libertad.
Recientemente el mundo occidental se está dando cuenta de la esclavitud
que se le impone al niño. Es así que los
niños limitan su propia individualidad, sus potencialidades y tienen, en el
fondo, miedo de hablar o hacer cosas muy personales. En el mundo se prioriza el ser obedientes, el
seguir reglas que no entienden y en
general a no reflexionar sino a ser imitadores.
Pero sólo debemos recordar que los robots son obedientes y substituyen
su inteligencia por el conformismo y la seguridad, y en ellos, no existen
sentimientos.
El niño es espontáneo
por naturaleza. Es en las interacciones cuando empieza a reconocerse la
integridad y el respeto personal. El
niño no se da cuenta de lo que está cambiando, no tiene forma de saberlo, pero
el adulto si sabe que está "encerrando" al niño, que lo está condicionando con valores que los
padres creen convenientes. El condicionamiento parental es una de las formas de
esclavitud más grande y sutil que existe, se extiende a cualquier otro adulto
que entra en contacto con el niño. El
niño es la semilla, y si la semilla se daña, aún por gente bien intencionada,
entonces, las esperanzas de una humanidad libre, será un sueño que no se
realizará.
Hoy en día con la
creciente existencia de una masa critica que busca redimensionar los
valores de este mundo. Se habla de un
objetivo común: una integración plena del potencial humano y que es, al mismo
tiempo, natural, sabía, alegre y lúdica. En suma un retorno al niño que representa el impulso a la autorrealización.
En esta nueva
mirada a las interacciones, y bajo la
perspectiva de una respuesta para el siglo XXI, nos atreveríamos a indicar que
la llamada Educación de Padres y Adultos se hace necesaria, pero no a nivel de
recetas cliché, sino como reflexión que lleva a crear una nueva visión más
creativa y realista. Las interacciones
de niños y adultos tienen el potencial
de creación conjunta, que permitiría a ambos crecer y fortalecer su
desarrollo humano.
Los sistemas
educativos deberían enseñar el arte de vivir, el arte de amar, el arte de compartir, de crear, de meditar, pero
muchos lo han olvidado. Ahora desde el
jardín de niños se "exige" aprendizaje de teoría, de conocimiento
informativo, de rendimiento académico.
Al iniciar este siglo XXI, el
tema de valores es redimensionado y
conlleva una acción de reflexión colectiva.
Un mundo mejor
será aquel en que las familias y las escuelas acepten que pueden aprender de
los niños, en que no debemos tener el apresuramiento de "enseñar"
sino de “descubrir” y "compartir".
El adulto
aprovecha la oportunidad de su propia dificultad para asentarse enseñando y
dirigiendo, en transferir sus propias preocupaciones e insatisfacciones al
niño, haciendo demandas y teniendo
expectativas sobre él. Una nueva forma de parentalidad debiera ser concebida,
en que uno ama a los niños compartiendo su alegría, aceptándolos, respetándolos
y respondiendo a sus derechos.
La niñez es un
mundo de posibilidades. La responsabilidad de los adultos en sus diferentes
roles significa ejercicio de libertad. La base del desarrollo humano es la
infancia, plena de potencialidades, la sociedad debe tener en cuenta al niño,
reconociendo sus derechos y satisfaciendo sus necesidades. Cuando escojamos la
vida misma como objeto de nuestra atención y estudio, podremos llegar a palpar
el secreto de la humanidad. Esta es la educación del nuevo milenium, centrada
en el ser, una educación biocéntrica, una delicada construcción con todas las inmensas potencialidades de que esta
dotada la niñez.
Nota sobre la
autora:
Martha Llanos,
Psicóloga Peruana, pionera investigadora en el campo del desarrollo humano y
pobreza, premio mundial de Pediatría Social, Natalie Masse 1988. Dedicada a la
defensa de los derechos de los nin@s y a potenciar la educación de los padres y
adultos del contexto infantil.
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